A lo largo de los últimos meses hemos venido asistiendo a una parodia absurda de democracia y represión. “El Estado español nos roba”…, “tenemos derecho a la independencia”…, “somos una nación a la que un estado antidemocrático y fascista nos impide ejercer sus derechos…”. Y hoy, 1 de octubre de 2017 hemos estado viendo en TV situaciones sin sentido a las que nos han llevado unos políticos cargados de dinero en paraísos fiscales, dinero por cierto de todos los españoles, al menos esos es lo que dicen jueces, magistrados, y tribunales, sin excepción. Pujol-Ferrusola, etc, etc, etc. Tertulias de T en las que solo hay discusiones absurdas, injustificadas, que quizás solo valen para alimentar la parodia, en las que quienes hablan igual solo lo hacen para justificar un sueldo por estar allí.
Y ante todo ésto me vienen a la memoria muchos acontecimientos vividos en mis ya largos 71 años.
Aunque quizás no viene al caso, en España solo hay dos territorios con entidad propia, de siglos, que probablemente serían los únicos en tener derecho a reclamar una independencia que, en un mundo como el actual, globalizado, carecería de sentido: Navarra, quizás con el añadido del País Vasco, y Galicia. ¿El resto?, carecen de los requisitos para establecer una identidad nacional independiente, que, por otra parte, no tendría sentido.
Pero bueno, no soy historiador y tan solo pretendo ahora, aquí, dejar reflejo de situaciones que sí he vivido y que demuestran lo absurdo de la situación que este país está viviendo.
Mi primer recuerdo se remonta a cuando tenía unos 7-8 años. Y es un recuerdo triste, muy triste, porque en mi memoria veo mañanas de los domingos en la Estación Marítima de Vigo, con grandes barcos cargados de emigrantes, gallegos por supuesto, que se dirigían a Cuba, Argentina, Uruguay, Brasil…, padres que dejaban atrás una familia a la que, emigrando trataban de sacar de la miseria, llevando tan solo una vieja maleta de cartón con el mínimo de pertenencias con las que hacer frente a un largo viaje lleno de incertidumbres; entre ellas la de saber si algún día volverían a ver a la familia. Madres, esposas e hijos llorado en las despedidas. Una constante que se repetía domingo tras domingo.
Antes les habían precedido otros muchos, desde muchos años atrás, pero yo aún no había nacido para verlo, aunque sí lo supe después, porque alguna parte de mi propia familia se había visto afectada por ese cruel destino que es la emigración.
Pocos años más tarde, tendría 12-14, recuerdo como todos los principios de mes, mi abuelo llegaba a nuestro domicilio absolutamente indignado; un mes sí y al siguiente también. Era una constante. ¿Por qué?. Pues en aquella época, mi abuelo era Administrador Jefe de Correos de la provincia de Pontevedra. En aquella época no existían transferencias bancarias, al menos desde el extranjero, y mucho menos electrónicas como hoy hay. Por ello, la única posibilidad que los cientos de miles de emigrantes gallegos, trabajando en todo el mundo, tenían para enviar sus ahorros con los que poder vivir sus familias que aquí habían quedado era el Giro Postal. Miles, o cientos de miles de giros que llegaban a Correos con dinero para que los que en Galicia malvivían en las aldeas, pudiesen salir adelante. Pero…, mi abuelo como Administrador Jefe tenía un aorden que venía de Madrid y es que todos esos Giros postales, dinero al fin y al cabo, fuesen depositados en un Banco catalán. Con ello no quiero decir que el o los Bancos en los que esos giros eran depositados se quedasen con el dinero enviado desde el exterior, ese evidentemente pertenecía al destinatario, su legítimo dueño, pero sí permitía que el Banco jugase con ese dinero y sus intereses en pro de Cataluña, mientras que Galicia se consumía en la pobreza. No me invento nada, no solo recuerdo vívidamente la indignación de mi abuelo (un mes sí y otro también), pero es que además conservo entre los mútiples papeles y escritos que un día rescaté de aquella época, una de esas órdenes conminatorias. ¿El objetivo? alimentar a Cataluña desde el centro del estado. Y supongo, aunque no tengo pruebas, que lo propio ocurriría con el dinero enviado por emigrantes andaluces, extremeños, etc.
Lo curioso es que parte de la familia de mi abuelo materno, era de origen catalán, su segundo apellido Buhigas, así lo indica. Entre ellos el famoso arquitecto Carlos Buhigas, diseñador y constructor, entre otras, de la famosa Fuente Mágica de Montjuich.
¿El Estado nos roba o el Estado nos dió y nos da?…, palabrerías de un fanatismo con intereses que se me antojan más bien oscuros.
Y así Cataluña fue creciendo, y el resto decreciendo. Y empezó la inmersión linguistica, con deformación de la historia y la introducción del concepto de que Cataluña no tenía nada que ver con España. Y tuve ocasión de presenciar el inmenso daño que esa inmersión linguistica, sin sentido, produjo en muchas generaciones. A mediados de los años 90, fuí designado por sorteo, para formar parte de un Tribunal que debía juzgar a una serie de aspirantes a una plaza de Profesor Titular o Catedrático (no lo recuerdo exactamente) en la Universidad Autónoma de Barcelona. El Tribunal estaba integrado por tres catedráticos de aquella Universidad, otro que no recuerdo de donde procedía y yo mismo.
El día anterior al comienzo de la Oposición, el Presidente del Tribunal, Catedrático de la Autónoma de Barcelona, y otro de los miembros de aquél, me invitaron a cenar. Una cena muy cordial, espléndida y llena de agasajos. En ella me hicieron ver que entre los 8 aspirantes a la plaza en cuestión, había una favorita (es decir, la plaza estaba ya resuelta de antemano) perteneciente a esa Universidad. Por prudencia me callé y tan solo comenté: ” a ver cómo hace los ejercicios”.
Al día siguiente, por la mañana, comenzaron éstos: primero actuaron, defendiendo su currículum y méritos, tres o cuatro aspirantes, más bien flojos, y cuando le tocó actuar a la “ya designada” mi sorpresa fue que comenzó su exposición en catalán y continuó exponiendo sus posibles méritos en esta lengua. Finalizada su intervención comenzó el turno de interpelaciones por parte de los miembros del Tribunal. Todos ellos expresándose en catalán y deshaciéndose en elogios hacia lo brillante que había sido su exposición (“era la designada, estaba claro”). Cuando me tocó el turno de preguntas, tan solo dije: “Estoy aquí designado por la Universidad española, para juzgar una plaza de una Universidad española, algo que usted parece no haber entendido, al igual que tampoco yo entendí absolutamente nada de su exposición. Por tanto, públicamente muestro mi veto a que usted continúe con los siguientes ejercicios”. De más está el decir la que se organizó. La normativa era que las votaciones se realizasen al finalizar todos los opositores el primer ejercicio, algo que yo me había saltado al expresar ya directamente y en público mi veto. El Tribunal se reunió, ya con acritud hacia mí, pero me mantuve firme en mi postura, absolutamente legal por otra parte, y al final la Oposición quedó desierta, como desiertos quedaron los agasajos que por cortesía se suelen tener con los miembros de un Tribunal al finalizar las sesiones. Supongo que nunca me lo perdonaron, pero quedé realmente satisfecho. Es más, uno de los miembros me dijo que para ir al aeropuerto y coger el uelo de vuelta llamase a un taxi…, añadiendo con sorna, al fin y al cabo todos los taxistas de Barcelona son gallegos. Claro, pensé, los que tuvieron que salir de su tierra para ganarse la vida porque el dinero que sus antecesores les habían enviado venía todo para Cataluña. “El Estado nos roba….”. No tengo absolutamente nada contra los catalanes, es más, como dije, corre sangre catalana por mis venas, al igual que vasca y, sobre todo, gallega (rama paterna). Mi abuelo materno se apedillaba Múgica Buhigas. También entre los ancestros de mi esposa hay mucho catalán. Con ello quiero insistir en que no tengo nada contra los catalanes, en general, pero sí contra la pandilla de malversadores, ignorantes y matones de pueblo que han montado toda esta estupidez que tanto nos cuesta y va a costar. ¿Quieren ser indepedientes?, pues por mí que lo sean, pero que previamente nos devuelvan todo lo que nos han robado (no retiro ni una letra).
Jesús Devesa
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