Son las doce de la mañana, suena el teléfono; ojeas el número a ver quién llama y ves un número largo, mucho más largo de lo habitual y piensas que es para informarte del resultado de la prueba. Con inquietud, normal, contestas y al otro lado una voz desconocida te dice… “¿Señor XXX?”, “Sí yo soy”, contestas mientras inevitablemente el corazón comienza a acelerarse. “Bueno, ya está localizado el problema”, te dice la otra voz mientras tú piensas en qué tipo de problema está localizado. “Todo se debe al manguito…”, no escuchas ya lo que sigue porque inmediatamente piensas: Cómo están las formas; a mis años le llaman manguito, como si estuviesen riéndose de tí, no es esta la medicina que yo enseñé ni practiqué durante tantos años, no es la forma de dirigirse a tí un colega, suponiendo que lo sea el que te da la información; pero además no me dice nada nuevo, ¿qué es eso de que el problema está en el manguito?. Eso ya lo sabía, para recibir esa información no habría ido a revisión…, y entonces te entra la angustia y piensas que qué tipo de problema se habrá localizado ahora. Seguir leyendo
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